Cualquier joven en México que quiera estudiar el bachillerato sabe que su ingreso depende del resultado de un examen. Así es en todo el país, con una excepción. Existe una escuela en el Estado de México donde los alumnos son escogidos en función de su contexto socioeconómico, además de su desempeño académico: la Preparatoria Chapingo.
Para muchos jóvenes de los municipios más pobres del país o de las zonas indígenas, es la única opción para cursar el bachillerato. No hay otra escuela pública de ese nivel en México donde se permita competir por contexto para ingresar. La norma en casi todas es tomar sólo la calificación de un examen en el que se mide igual a muchachos de diversos entornos. En la Prepa Chapingo, bachillerato de la Universidad Autónoma Chapingo, se han establecido diversos criterios de ingreso para dar cabida a los aspirantes de todo el país que han tenido las menores oportunidades.
Pero una vez dentro los muchachos deben demostrar que merecen el lugar. Chapingo tiene uno de los reglamentos más estrictos del país en cuanto a permanencia. Esta escuela es un internado, donde se da habitación, comida y una beca a los estudiantes, recursos que no se pueden desperdiciar. Si alguien reprueba una materia es baja automática. Sólo 50 % de quienes se inscriben logran terminar, y muchos no consiguen pasar matemáticas en el primer año de preparatoria. Pero esos resultados han ido cambiando.
Roberto Rivera, director del plantel, fue quien diseñó en 2008 el esquema de ingreso por cuotas, pero después se dio cuenta que la inclusión no se sostenía. Analizó que quienes salían en el primer año eran justo los muchachos del contexto más desfavorecido: los de los municipios más pobres o los de las zonas indígenas, donde la educación es más deficiente.
Para ayudarlos a quedarse, puso en marcha un secreto proyecto piloto durante el ciclo escolar pasado: formó los grupos de acuerdo a la calificación de cada estudiante en el examen de ingreso a la prepa y al promedio de secundaria. Quedaron todos agrupados por desempeño. A los cuatro grupos con los peores resultados les asignó los mejores profesores, sin decir nada a nadie. Ni a los maestros.
Al final del semestre, el índice de reprobación fue similar en todos los grupos. Rivera cruzó las calificaciones de álgebra de primer semestre con las del examen de admisión y resultó que 96 % de quienes tuvieron una calificación mayor de 7 en el examen de entrada aprobó también álgebra. Quienes obtuvieron entre 6 y 7 en la prueba para incorporarse a Chapingo, 84% aprobó la materia, y así hacia abajo. Se podría suponer que los que sacaron 3 o 4 en el examen de admisión fueron quienes más reprobaron, pero la sorpresa fue que entre esos muchachos hubo una aprobación del 80 %.
“Sólo con ponerles los mejores profesores se logró eso. Y los docentes ni siquiera sabían. Me decían ‘Roberto, qué mal vienen los muchachos, pero le echan unas ganas tremendas y ahí vamos’”, cuenta el director.
Convencido de que los jóvenes con el peor desempeño al ingresar solo necesitaban tiempo para recuperarse y una segunda oportunidad, este ciclo escolar, Rivera decidió volver a hacer lo mismo. Pero ya con los profesores informados sobre el nivel de los alumnos y lo que se pretendía.
No todos los docentes aceptaron participar en la iniciativa. Los más jóvenes y los que el director tenía ubicados como los mejores, sí aceptaron.
Además, para este ciclo 2018-2019 se orquestó una iniciativa de asesoría entre pares. Jóvenes de último año de bachillerato o de nivel licenciatura de Chapingo le dan apoyo fuera de clases a los muchachos de reciente ingreso que tienen problemas en matemáticas. En total se formaron 12 grupos de 25 estudiantes con bajo rendimiento. Terminando sus clases, acuden a las asesorías con sus pares. A toda esta iniciativa para fomentar la inclusión se le denominó Proyecto 2.
Lo primero es ayudarlos a entrar
Es el caso de Mariel Ramírez, de 15, originaria de los Valles Centrales de Oaxaca. Ahora está en primer semestre de preparatoria en Chapingo y quiere estudiar Fitotecnia. Antes de conocer Chapingo, Mariel tenía otro plan. Quería estudiar medicina en la Universidad Autónoma de su estado y su opción para la preparatoria era un CBTis, a 20 minutos de su comunidad.
No muchos de los que egresan de una institución de ese tipo consiguen entrar después a las escuelas superiores autónomas, dice Angélica Buendía, presidenta del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE). “Medicina en la UNAM o en la UAM ya es una carrera elitista”, sentencia.
A Mariel la exclusión le llegó incluso antes. No pasó el examen de admisión al CBTis. Supo esa noticia el primero de julio de 2018. Ahí hubiera podido terminar sus planes de ir a la prepa y luego a la universidad. Pero entonces, justo ese día, se enteró que en Chapingo sí la habían aceptado.
Desde su origen, los estatutos de la escuela dicen que en el ingreso se debe dar preferencia a estudiantes del medio rural y de bajos recursos. Pero al basarse en la calificación del examen para entrar no se estaba considerando el contexto de los jóvenes y era una competencia desigual, afirma el director.
La matrícula de la escuela se había cargado hacia los del medio urbano, y no de escasos recursos. En 2007, Rivera -que entonces era subdirector de administración escolar- notó que 38 % de los estudiantes eran del Estado de México. La presencia de muchachos de otras entidades en la institución estaba a la baja, sobre todo de Chiapas, Hidalgo, Veracruz, Oaxaca.
Rivera buscó a Angélica Buendía, la presidenta del COMIE, y juntos presentaron un proyecto ante el consejo universitario de Chapingo en el que se establecía un ingreso por criterios o cuotas. La intención era igualar las oportunidades para los estudiantes de las diversas regiones y contextos.
Los criterios de inclusión se establecieron, explica Buendía, en base a la accesibilidad de los muchachos a servicios educativos y de otro tipo, como vivienda o salud.
Se usan cinco criterios. Para empezar se establece una media nacional: de las calificaciones de los 8 mil jóvenes que presentan examen de ingreso a Chapingo se saca la media, los 4 mil que estén por debajo quedan fuera.
Primer criterio: con los otros 4 mil elegibles se aplica una selección por estado de la República. Se organizan por entidad, se selecciona una cuota proporcional para cada uno y se elige a los que tuvieron mejores calificaciones en su estado.
Segundo criterio, por etnia indígena. De todos los muchachos que en el examen socio económico de ingreso manifestaron ser hijos o nietos de indígenas o serlo ellos mismos o hablar una lengua indígena se selecciona una cuota y se elige a los que tuvieron las mejores calificaciones.
Tercer criterio, por escuela de procedencia. Chapingo tiene 90 sedes de examen, en este grupo se selecciona primero a los dos mejores puntajes, de cada sede, que sean egresados de telesecundaria. Después se selecciona a los dos mejores de escuela agropecuaria.
Cuarto criterio, de los municipios más pobres del país. De acuerdo al catálogo del INEGI se selecciona, dentro de las sedes de aplicación, al estudiante que haya obtenido la calificación más alta por cada uno de estos municipios.
Quinto criterio, por ingreso regional: norte, centro y sur. Se saca una media regional, y se elige a los 100 jóvenes que estén por arriba de la de su región. Al final de toda esa selección por las cinco categorías se quedan 1, 300 jóvenes.
El director dice que han hecho un ensayo, tomando una población hipotética de estudiantes que ingresarían si solo se tomara en cuenta la calificación en el examen de admisión. La composición de los elegidos sería muy diferente: predominarían los que vienen del Estado de México, con una presencia en la matrícula de hasta 50 %.
Con el ingreso por criterios, Estado de México tiene 20 % de la matrícula; Oaxaca, 19 %; Chiapas, 13 %; Hidalgo, 10 %; Veracruz, entre 10 y 9 %; Zacatecas, 5 %; Michoacán, 4 %, y después ya con menor representación los estados del norte como Nuevo León.
Rivera afirma que esa inclusión no ha afectado la calidad de la escuela ni de sus estudiantes. El director dice que hizo un análisis considerando solo a las preparatorias que tienen muchos recursos o que seleccionan a sus alumnos por un alto rango de calificación y, con base en los resultados de la Prueba PLANEA 2017, Chapingo se ubica como la segunda mejor a nivel nacional, solo por debajo de la prepa de la Universidad Panamericana, de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México.
Única opción
Los 1,300 muchachos que entran a Chapingo cada año tienen beca de 1,700 pesos si son externos, es decir, si tienen que rentar un cuarto en los alrededores de la escuela, y de 800 pesos si quedan internos. La selección de un grupo y otro se hace de acuerdo a la distancia del estado de procedencia, la condición socioeconómica y la edad de los adolescentes.
A todos la institución les da los tres alimentos y hasta las copias gratis. “Muchos de los chicos que están en Chapingo empezaron a comer tres veces al día hasta que ingresaron aquí”, comenta el director.
Con la mayoría de los gastos resueltos muchos usan parte de su beca para mandarle dinero a su familia y ayudar al ingreso de su casa. Mariel Ramírez dice que está feliz de estar en la institución.
En Oaxaca hubiera tenido problemas para costearse los gastos de sus estudios. Su mamá es la que sostiene la casa. Ahora está enferma. Y tiene una hermana de 18 años que está en la universidad. Si no la hubieran aceptado aquí hubiera tenido que dejar de estudiar un año o ponerse a trabajar y también estudiar.
“Aquí tengo todo. Estoy estudiando. Tengo beca de 1,700 pesos al mes, con eso pago mi renta de 800 pesos por una habitación aquí cerca de la entrada de la escuela, me quedo 200 por cualquier cosa y el resto se lo mando a mi mamá”.
Son muchos los testimonios que dan cuenta de que para estos muchachos Chapingo no era una opción más, sino la única. Kevin Rodríguez tiene 15 años. Viene de Chiapas, de una comunidad a cuatro horas de la capital, Tuxtla Gutiérrez. Estudió en una telesecundaria. El último año, en tercero, tuvo varios profesores. Kevin y sus compañeros resintieron los cambios y las ausencias sobre todo en su avance en matemáticas.
Para estudiar parasitología como quiere tenía dos opciones a una hora de su comunidad: un CBTis y un Conalep. De haber ingresado a cualquiera de los dos, habría tenido que hacer un gasto en pasajes que su familia no puede costear.
Si hubiera logrado resolver eso y terminar la preparatoria en alguna de las dos instituciones, todavía tendría que haber pasado el examen de admisión en la Universidad Autónoma de Chiapas, y mudarse a Tuxtla, pagar renta, comidas, traslados. “No hubiera podido”, dice.
Un amigo le contó de Chapingo. Su madre también conocía la escuela por referencia de uno de sus hermanos que es profesor. Kevin hizo el examen y se quedó. Está en primer semestre en la preparatoria. Quiere quedarse los siete años para terminar la carrera. Pero el atraso en matemáticas cuando estuvo en telesecundaria le está pesando.
Ayudarlos a quedarse
El objetivo en la Prepa Chapingo a partir de este ciclo escolar es ayudar a Kevin, a Mariel, a la mayoría de los muchachos a no irse. Los profesores, los estudiantes de último año de preparatoria y los que están ya en universidad están trabajando para retenerlos.
Gilberto Velázquez Castro, profesor de matemáticas en el primer año de la preparatoria Chapingo, es parte de los docentes que aceptaron trabajar en el “Proyecto 2”. Cuenta que él formó un grupo de WhatsApp con los asesores. Por ahí les envía la información de lo que está viendo en clase y los ejercicios que pueden trabajar con los muchachos.
Dice que quiso formar parte de este proyecto porque él fue un estudiante con “ansiedad matemática”. “Recién supe que existía el término. Yo la tenía. Es esa sensación de: no soy bueno, me reprueban, soy pésimo, vuelvo a reprobar. Hasta que en la universidad dos profesoras me ayudaron, me asesoraron y me enseñaron a razonar. Se me abrió la mente. Vi que podía entender. Si yo pude, cualquiera puede. Por eso estoy en el proyecto”.
A los muchachos los ve muy motivados. “Pasa eso, ven que entienden y van agarrando confianza. Se rompe el pensamiento de no soy bueno, no puedo. Además, ayuda mucho que los asesores sean estudiantes, que sean sus pares, así les tienen confianza, porque luego les da pena preguntarnos a los profesores”.
Yarith Nayue Dominguez del Ángel también es profesor de matemáticas en Chapingo. Le da álgebra al primer semestre. Y está participando en el Proyecto 2. Además del trabajo con los asesores, le da una cuarta clase a los estudiantes de bajo desempeño, en lugar de tres a la semana como está en el plan académico. Dice que así puede irse más despacio y enfatizar en los temas donde los muchachos tengan más dudas.
“Sí traen varias deficiencias. Les cuesta aterrizar conceptos para resolver problemas matemáticos, pero es por el poco trabajo que han tenido en sus cursos anteriores. Son cosas que traen de atrás, y se los hago ver, que son deficiencias que se pueden resolver. Y ahí van, sí les cuesta más que a los otros grupos, pero le echan ganas”.
Esa es la opinión general: que los muchachos están aprovechando. Anayeli Ponce Franco tiene 19 años, viene de Querétaro y está en primer semestre de la licenciatura en Zootecnia, en Chapingo. Desde agosto asesora a cinco estudiantes de primer semestre de preparatoria, una de Ciudad de México, una de Nayarit y tres de Puebla. Dice que vio la convocatoria para las asesorías y le interesó. Le gusta enseñar. Cubría el perfil: promedio mínimo de 80, no tener reportes de indisciplina y no haber reprobado ninguna materia relacionada a matemáticas. Se anotó y la llamaron.
Se reúne con sus asesorados dos veces a la semana: martes y jueves de 4:30 a 6:00 de la tarde. “Al principio les decía, tienen dudas de las clases y me decían que no. Son bastante tímidos. Les fui poniendo ejercicios de los temas que estaban revisando con su profesor y empezaron a surgir las dudas. Las hemos ido resolviendo”.
Anayeli dice que los muchachos traen deficiencias por la educación de baja calidad que han tenido. Dice que no les enseñan a razonar. Pero le ponen ganas. Llegan a tiempo a la asesoría y no faltan. “Con solo un mes ya van mejor, entienden más rápido. Van a alcanzar un buen nivel pronto si siguen trabajando”.
Hasta ahora todos los estudiantes llevan el paso, saben que de eso depende su estancia en la escuela. Bryan Adrián García Méndez tiene 15 años, viene de Campeche, del municipio de Kalakmul. Estudió en una telesecundaria donde había solo 32 estudiantes. Quiere quedarse los siete años en Chapingo y estudiar Zootecnia o Fitotecnia. “Le estoy echando muchas ganas a las asesorías porque sé que reprueban muchos y se van y yo no me quiero ir. Mi familia no podría pagarme los gastos para estar en otra escuela”.
Mariel Ramírez, la joven que no entró al CBTis y que no va a estudiar medicina, pero que está en Chapingo y quiere entrar a la carrera de Fitotecnia, es de las que más ganas le echa. “Cuando no entiendo algo le pregunto a mi asesor, y si todavía no entiendo, le pregunto a mis compañeros de asesoría, entre los cinco nos ayudamos. Y también le pregunto a mi profesor. Busco apoyo por donde sea porque no me quiero ir de aquí”.