Jojutla: dos años después del sismo, la reconstrucción no ha llegado

POR RODRIGO SOBERANES (@rodsantin)

18 SEPTIEMBRE 2019

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La señora Carolina Aguirre había caminado un par de metros hacia afuera de su casa cuando un sismo sacudió la tierra con fuerza demoledora. Ella calcula que pasaron diez segundos antes de que pudo afianzarse, voltear y ver que su hogar ya no estaba. 

Han pasado dos años y, en los hechos, el sismo sigue para ella porque su casa todavía no está. Lo que tiene son dos cuartos de block sin pintar y un techo de lámina.

Carolina Aguirre vive en Jojutla, Morelos, es sobreviviente del sismo del 19 de septiembre de 2017 que ocurrió las 13:14:40 horas; el que se llevó a parte de su familia más cercana y todo su patrimonio, tal como le sucedió a miles de personas de ese municipio que todavía están lejos de recuperarse. 

No existe todavía una reconstrucción real, sino acciones desordenadas que no han ayudado a que la ciudad se recupere. Así lo confirmó Alejandro Jiménez, subdirector general de área técnica de la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi), que desde que comenzó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha estado al frente de las labores de reconstrucción. 

Según Jiménez, al llegar a la zona siniestrada de Jojutla, en la nueva Conavi tuvieron que hacer un “borrón y cuenta nueva” y empezar desde cero la labor de reconstrucción. 

“La anterior administración lo intentó, pero en desorden. Eso hizo que no se pudiera atender adecuadamente a todas las familias afectadas. Encontramos que había una cantidad de información muy grande, pero no teníamos algo oficial para saber qué era lo que se había hecho y lo que no se había hecho”, contó el funcionario.



Sucedió, por ejemplo, que en los censos había reportes de personas no encontradas en sus hogares que, por estar ausentes, no entraron en el programa de reconstrucción. Solo que la razón para no estar en las viviendas era que se habían derrumbado por el sismo.

La Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) dio a conocer, en su momento, que el sismo dañó alrededor de 2 mil 700 viviendas, de las que sólo 850 podían repararse. Las demás quedaron marcadas con un tache rojo, signo de que debían demolerse.

/Jojutla, dos años después

El sismo que registró su epicentro en Axochiapan, Morelos, derribó Jojutla, y las autoridades, con el olvido y los errores en la reconstrucción, lo han convertido en un sitio desconocido hasta para sus habitantes. 

“Es un nuevo Jojutla”, dice Ana Hernández, quien siente que no reconoce la ciudad aún cuando nació allí. 

“La gente que viene ahora se pierde en las calles”, cuenta Angélica Aguirre, la hija de Carolina Aguirre que sobrevivió al sismo.



Los escombros de las casas destruidas fueron confinados en predios a las afueras de la ciudad. Los montones de piedras siguen ahí, como uno de tantos recordatorios de lo que sucedió hace dos años.

Lo que era la vivienda de Carolina Aguirre, en la que vivió desde que tenía cinco años, está ahora en alguno de esos llamados ”cementerios de casas”, en los que se suele ver a personas escudriñando los montones de cascajo para llevarse las piezas de fierro y venderlas. 

“Hay un Jojutla de antes y un Jojutla de después del sismo”, dice Ana Hernández, quien participó de manera independiente en un centro de acopio, un comedor y más actividades durante la emergencia. 

Tanto ella como la señora Carolina y su hija Angélica creen que la gente perdió puntos de referencia para ubicarse en la ciudad, o para reunirse. Tampoco se conocen las nuevas características de las zonas o las calles. 

Ana cree que “si Jojutla fuera una persona, ya no la podrías reconocer” y Angélica afirma que “ya nada es igual, todo está diferente. Se que estoy en Jojutla pero no reconozco nada”. 

Pero ese sentimiento no solo existe por lo que ven en las calles, los habitantes afectados por el sismo sienten lo mismo en sus propias viviendas, o en lo que han podido levantar como parte del proceso de reconstrucción. 

La señora Carolina y su hija Angélica construyeron su casa a medias. El dinero para reconstruir su hogar no les llegó completo a la tarjeta de Bansefi que les dio el gobierno federal. Su situación es tan precaria que no han podido comprar un ventilador, un artículo de primera necesidad en la calurosa Jojutla. 

El 19 de septiembre vivían en una casa de muros gruesos y oreada, con un techo alto. Marta, la hija de la señora Carolina que falleció en el sismo, era invidente de nacimiento y vivía en esa casa como un pez en el agua.

“Fueron 10 segundos, veía luces y gente a mi alrededor. No sabía qué eran. No sentí miedo ni temor, nada malo. Pero cuando mis pies pudieron estar un poco firmes, dije: mi casa. Volteé a ver (…) y no había casa”.



Lo que vio Carolina Aguirre fue una montaña de escombros entre los que estaban sus hijas Marta y Angélica, esta última de pie entre los muros caídos intentando proteger a su hijo, que no sobrevivió. 

“Pues aquí estamos”, dice Carolina señalando a su alrededor, “todo esto es nuevo, haga de cuenta que no estoy en mi casa”.

Su caso ilustra el de miles que, después de perder sus viviendas, aceptaron cualquier cosa para no tener que vivir en la calle. Marcos Oceguera, arquitecto y oriundo de Jojutla, cree que hay viviendas sin estándares de calidad y que no fueron construidas de manera personalizada, de acuerdo a las necesidades de las personas damnificadas. 

Al recorrer las calles de Jojutla, es frecuente ver casas de reciente construcción deshabitadas porque las familias no se adaptaron o porque sintieron que las construcciones eran de tan mala calidad que es peligroso vivir ahí.

/ La reconstrucción que no fue

Alumnos de ingeniería llegaron a la emergencia de Jojutla para valorar las casas y clasificar su estado colocando marcas en la fachada: verde si estaba en buen estado, amarillo si tenía daños que debían ser reparados y rojo si ameritaba demolición. Marcos Oceguera, arquitecto habitante del lugar las llamó “marcas del terror”.

“Era muy doloroso ver cómo Jojutla estaba desapareciendo. Una parte la provocó el sismo, pero otra parte la provocaron manos humanas. Habían construcciones marcadas con equis roja que se podían salvar. Los de las máquinas decían, es una casa, qué mas da. Pero les estaban haciendo pedazos la vida”. 

Ese 19 de septiembre, la familia Arroyo, artesanos fabricantes de guaraches, estaba dentro de su casa de ladrillos. Se escuchó un estruendo, se agrietó el suelo y en segundos, su patrimonio se diluyó en el río. 

Ricardo Arroyo no entró en ningún registro porque su propiedad ya no estaba, se la llevó la corriente del río. Por eso él y su familia pasaron más de un año viviendo en el atrio de una iglesia.



La misma grieta llegó al otro lado del río donde está el restaurante de Marcos Oceguera. Él estaba en un segundo piso y vio cómo al lado de su propiedad una alberca se desplazó y la estructura de un pozo quedó descubierta.

Cuando Marcos Oceguera salió a la calle sólo vio destrucción. Casas y edificios derrumbados, rumores de personas atrapadas, coches y árboles sepultados.

Pero a dos años de que en Jojutla se vio ese escenario aún hay escombros y heridas por sanar.

Aún ahora, cuando llegan la maquinaria y los camiones de volteo para seguir con las labores de limpieza y reconstrucción, la gente “se pone mal” porque recuerdan los peores momentos. “A mi me sudan las manos”, dice Ana Hernández. 

Marcos cree que los efectos del sismo siguen: “no creo que haya acabado, lo puedes sentir en las calles, fue como un tatuaje a Jojutla”. 

Alejandro Jiménez, el funcionario de la Conavi, dice que la reconstrucción, con el nuevo rumbo que ha tomado, seguirá en Jojutla y el resto del país durante lo que resta del año y también en 2020 mediante el programa Programa Nacional de Reconstrucción que compromete a los tres niveles de gobierno. 

Mientras tanto, a la población de Jojutla, en opinión de Ana Hernández, le toca imaginarse cómo quieren que sea su ciudad:  “Se nos cayó Jojutla, ahora es como un lienzo en blanco. Ahora, o nos azotamos y nos vamos todos o nos imaginamos un Jojutla mejor. Es agarrar la peor de las pesadillas y convertirla en algo bueno”.