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Este reportaje fue realizado con el apoyo de la International
Women’s Media Foundation

(IWMF) como parte de su
iniciativa de
¡Exprésate! en América Latina.
La pandemia por COVID-19 y las medidas para contenerla agudizaron los problemas y las brechas de desigualdad ya existentes para la población LGBTQ+. En respuesta a esta crisis, en 2020 abrió sus puertas en CDMX Casa Frida, un refugio seguro que continúa siendo un hogar temporal para personas de la diversidad sexual.

Por Andrea Menchaca

Una bandera con los colores del arcoiris se ondea sobre la casa 434 de la calle Sur 105, en la colonia Héroes de Churubusco; es una señal de orgullo y de bienvenida para las personas de la población LGBTQ+ que llegan buscando un espacio seguro.

Al entrar nos recibe una copia del David de Miguel Ángel pero con labios rojos y sobre una tabla de surf, a su lado un letrero con el logo de Casa Frida. El refugio lleva este nombre por Frida, una mujer trans, activista de Puerto Ángel, Oaxaca, quien falleció en 2020 en condiciones sumamente precarias, mostrando las grandes brechas de desigualdad a las que se enfrentan las personas LGBTQ+.

Casa frida
Una reproducción del David decorada
por residentes de Casa Frida recibe
a las personas que visitan el refugio.

En la cochera, que se transforma en área de comedor o de talleres según el momento del día, están Ivonne, Leo y David* haciendo alebrijes con papel, asesorados por los promotores culturales del gobierno de la Ciudad de México que semanalmente les visitan en esta casa ubicada en Iztapalapa.

Llegaron a mediados de 2021 por distintas razones: falta de un ingreso para pagar la renta, la noticia de un resultado positivo de VIH y la decisión de migrar a México. Aunque estas problemáticas son distintas, todas están atravesadas por la discriminación y la violencia que sufrieron en su trabajo, casa o comunidad.

Casa frida
Residentes de Casa Frida utilizan
papel de periódico para crear alebrijes.

Casa Frida brinda rescate, alojamiento, cuidado y atención integral a personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersexuales, no binarias y otras disidencias que huyen de extremas violencias, perseguidas y desplazadas, que migran o que son expulsadas de sus hogares debido a su orientación sexual, identidad o expresión de género, incluyendo personas con VIH.

“Es una realidad la persecución a razón de orientación sexual, la discriminación y también los espacios denominados ECOSIG o seudo terapias de conversión, que están muy presentes en nuestro país y que violentan los derechos humanos de muchas personas LGBTQ+”.

– Raúl Caporal, cofundador y director de Casa Frida.

El 13 de mayo de 2020 el refugio abrió sus puertas como una medida de respuesta comunitaria en favor de la población LGBTQ+, ante la crisis social y económica derivada de la pandemia de COVID-19. Primero, en las oficinas de Ahora, organización civil que les prestó sus instalaciones, y cuatro meses después se mudaron a la actual casa ubicada al sur de la Ciudad de México.

Caporal, quien tiene una década dedicándose a la incidencia política en respuesta a la pandemia del VIH y a la defensa de los derechos humanos de las poblaciones jóvenes, relata que quienes iniciaron este proyecto habían identificado desde hace muchos años la urgencia de construir espacios seguros para su propia comunidad.

Raúl Caporal, Director de Casa Frida

La pandemia y las medidas para contenerla, como los ordenamientos de mantener la distancia social, quedarse en casa y cerrar los negocios de giros no esenciales, trajeron consigo una crisis más aguda a problemas y brechas de desigualdad ya existentes para poblaciones vulnerables, como la LGBTQ+.

“Quedarnos en casa muchas veces no significa necesariamente quedarnos en un lugar de cuidado, amor, cariño, sino puede representar todo lo contrario: estar un mayor tiempo en convivencia con las personas agresoras que muchas veces son nuestros propios familiares”, explica Caporal. “El cierre de actividades económicas en el país y en el mundo también derivó en que muchas personas ya no pudieran continuar garantizando la cobertura de sus necesidades más básicas, como el alquiler de su casa, el acceso a la alimentación, la salud, entre otros”, añade.

Esta idea está reforzada en el informe Impactos diferenciados por COVID-19: diálogos con organizaciones de la sociedad civil, publicado por el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (Copred), donde señalan que la casa no siempre es un lugar seguro, en especial para mujeres, niños, niñas y adolescentes, trabajadoras del hogar, personas mayores, con discapacidad o LGBTQ+, sobre todo jóvenes.

En Casa Frida esto quedó documentado en su primer informe: dentro de las principales razones de solicitud de refugio está la salida y la expulsión del hogar, que representaron 30% y 15%, respectivamente; y que la mayoría de las personas usuarias eran jóvenes, 47% tenía entre 21 y 29 años de edad y 27%, menos de 21.

Principales causas de ingreso a Casa Frida

Juan Antonio, un adolescente de 17 años, fue de los primeros en pedir ayuda. Llegó en mayo de 2020 después de haber vivido en la calle durante un mes porque su familia lo corrió de su hogar.

“En el lapso que estuve aquí, más o menos hasta noviembre, me estuvieron dando talleres, apoyo emocional, formas de buscar un futuro como terminar la prepa, que es lo que estoy haciendo”, cuenta el joven, quien ahora vive en un departamento con amigos. “Me ayudaron bastante con algunos temas, terminé de pulir mi personalidad drag porque en casa de mi familia siempre fue ‘escóndete’, ‘no digas que eres gay’, ‘no te puedes poner esto porque es de mujer’, me privaban mucho”.

El hogar, la escuela y la calle son los tres espacios donde mayormente sucede la violencia y/o discriminación según la Encuesta Nacional sobre Discriminación y Juventudes LGBTI que publicó la asociación Yaaj México. Ser violentado en la escuela (62%) y ser excluido o marginado del ambiente familiar (41%) son las dos situaciones más experimentadas. “Desafortunadamente, se identifica a los padres de familia como los principales actores de este tipo de agresiones”, señalan.

Casa frida nueva bandera
La nueva bandera del orgullo LGBTQ+ fue pintada en un pasillo de Casa Frida; en la parte superior se incluye ahora a la bandera intersexual, los colores de la bandera trans y el color café y negro para representar a las personas racializadas.

Tania Rocha, coordinadora del grupo de investigación de Estudios de Género y Sexualidad de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, explica que esta discriminación en los hogares se debe a la cosmovisión tradicional que tiene la sociedad, anclada a la lógica binaria, relacionada a las creencias religiosas y que hace que se tenga una concepción patriarcal y heteronormada de la familia.

La académica advierte el alto riesgo que hay en materia de salud mental, específicamente en el tema del suicidio en la población LGBTQ+, no por su orientación o identidad disidente sino como resultado del rechazo y la exclusión.

“El rechazo familiar por mucho abona a esta soledad, depresión, ansiedad, autorechazo con el cual pueden vivir muchas personas”, agrega Rocha refiriéndose a Nada que curar. Guía de referencia para profesionales de la salud mental en el combate al ECOSIG (Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual y la Identidad de Género) en la que contribuyó.

“La figura de la familia no subjetiva, emocionalmente es un espacio vital e importante que nos alimenta, nos da sentido de pertenencia y, entonces, si ahí no hay esta aceptación, no hay un amor incondicional y, por el contrario, está condicionando quién y cómo eres, se vuelve una fractura muy importante para las personas”.

– Tania Rocha, coordinadora del grupo de investigación de Estudios de Género y Sexualidad.

En ese tipo de circunstancias llegó Gigi, una chica trans de 20 años originaria de Puebla. Después de pedir auxilio al Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de las Familias (DIF) estatal que la rescató de casa de su madre, quien la aislaba y violentaba porque no aceptaba su identidad sexual. Cuenta que su familia nuclear tiene un negocio para atender personas con adicciones y ahí su mamá ordenaba que la golpearan con mangueras.

"Cuando llegué a Casa Frida me senté, me relajé, lloré porque estaba en el lugar que quería, pero también para mí era difícil. Llegué con ropa de hombre y no me sentía a gusto, entonces les chiques que viven aquí me dieron ropa, así es como me empecé a sentir más aceptada", expresa vestida con una blusa de encaje color rosa.

Casa frida nueva bandera
En el espacio común de Casa Frida, una silla Acapulco muestra los colores de la bandera del orgullo trans.

Un oasis para migrantes LGBTQ+
En la cocina está David, un joven guatemalteco a quien le gusta preparar la comida para las demás personas del refugio. Le reafirman diciendo que cocina rico. Él llegó a México buscando un lugar seguro, lejos del constante acoso de su padre y de la gente en su localidad que lo discriminaba por su orientación sexual. Desde que salió sabía que su destino era Casa Frida, su travesía duró un mes tras haber salido de su país.

"En Guatemala, en la ciudad o en las provincias, está la homofobia. He sufrido bastante desde niño, desde los nueve años ya me tildaban prácticamente como gay, quizás en ese momento no fui tan amanerado o sí… y mi papá siempre estuvo dándome en la madre, como dicen acá, que ‘no quiero un hijo marica’", cuenta mientras se descompone la sonrisa que suele llevar en su rostro.

En el primer año, 21% de las personas usuarias eran extranjeras y la mitad de ellas provenían de Honduras, Guatemala y El Salvador.

Sofía Cardona, asociada senior de protección para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) México, explica que siempre ha habido un flujo de desplazamiento forzado desde estos tres países, sin embargo, ha aumentado a lo largo de los años. “En 2014 teníamos 2 mil solicitudes de la condición de refugiado y para este año ya hemos llegado a las 100 mil”.

Explica que es algo predecible, ya que responde a condiciones de extrema violencia, en general causadas por las pandillas, que a su vez ha agudizado la pobreza. Además, se suma la violencia de género dirigida tanto a mujeres y niñas cisgénero como a personas LGBTQ+.

grafica sobre causas de discriminacion LGBTQ

En el último año, se agrega el deterioro de la economía por la pandemia y los huracanes que dejaron a miles de personas sin hogar.

“Desde hace varios años que ACNUR ha estado monitoreando esto, hemos visto que la homofobia, la transfobia y este tipo de violencia en contra de personas LGBTI+ es una causa de desplazamiento forzado”, señala la asociada, quien trabaja como punto focal la violencia de género dentro este organismo de Naciones Unidas. “Tenemos tres diferentes publicaciones de directrices sobre protección internacional para personas de Honduras, El Salvador y Guatemala, y en las tres están contempladas personas LGBTI+ como perfiles en riesgo, que probablemente requerirían protección internacional”.

En México, la Ley Sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político obliga al gobierno a tomar medidas para que las personas solicitantes, refugiadas y quienes reciban protección complementaria, no sean objeto de discriminación motivada por género y preferencias sexuales. Esta ley también establece que la persona extranjera tiene derecho a solicitar reconocimiento de condición de refugiada bajo algunos supuestos, como lo son tener fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, género o pertenencia a determinado grupo, procedimiento que se realiza mediante la Comisión Mexicana de Refugiados (Comar).

David está justo en espera de su resolución después de pedir refugio por razones de orientación sexual. “Le pido al Señor que todo me salga bien, que pueda regularizarme, conseguir un trabajo, echarle ganas acá”.

Victoria Ríos Infante, quien desde hace cinco años investiga sobre las mujeres trans migrantes que llegan a los albergues como parte de su tesis doctoral en Ciencias Sociales, señala que es importante, trascendente y vital para los migrantes y personas LGBTQ+ tener espacios seguros, especiales para esta población como lo es Casa Frida.

Casa frida delfin se asoma en la azotea
Un delfín de fibra de vidrio se asoma en la azotea de Casa Frida.

“Estos espacios son parte de las nuevas configuraciones familiares también, son redes de apoyo, redes de acompañamiento, que al final cumplen esta función que a veces la familia o el hogar deja de cumplir”, explica Victoria Ríos Infante, profesora e investigadora en migración del Tec de Monterrey.

Un modelo necesario ante la discriminación y la violencia

Ivonne observa el muro de la casa donde anuncian oportunidades laborales y anota a los que podría aplicar. Ella perdió su trabajo injustificadamente después de ser violentada y discriminada por ser lesbiana. En el contexto de la pandemia no pudo conseguir otro que le permitiera pagar la renta del cuarto que habitaba dentro del departamento de una pareja.

“En el siglo que estamos y con toda la gama de medios de comunicación que existen, es contradictorio e increíble que sigan habiendo casos de que la familia no te acepte, que simplemente no cuentas con ellos porque no tienes la confianza o (se llega a) casos más fuertes de violencia”.

Ivonne, residente de Casa Frida.

“Le doy gracias a Casa Frida por haberme abierto las puertas de este lugar, me da un poquito de sentimiento por la situación en la que llegué, me siento afortunada de encontrar un lugar seguro para mí”, añade Ivonne con lágrimas en sus ojos, detrás de sus lentes rotos.

La Encuesta Nacional de Discriminación 2017 muestra cómo la sociedad mexicana tiene poca apertura e incluso rechazo a la diversidad. Un considerable porcentaje de la población indicó que no rentaría un cuarto de su vivienda a un hombre trans (41%), una mujer trans (33%), un hombre homosexual (35%), una mujer homosexual (30%), un hombre con SIDA/VIH (39%) o una mujer con SIDA/VIH (33%).

En esta misma encuesta, 64% consideró que en poco o nada se justifica que dos personas del mismo sexo vivan como pareja. Por otra parte, también opinan que en el país se respetan poco o nada los derechos de las personas trans (72%), personas gays o lesbianas (66%) y personas indígenas (65%).

bandera del orgullo LGBTQ+ ondea
Una bandera del orgullo LGBTQ+ ondea junto a la ropa recién lavada de residentes en la azotea del Refugio Casa Frida.

Es aún más terrible cuando este odio se traduce en crimen. Los registros de las organizaciones que participan en el Observatorio Nacional de Crímenes contra Personas LGBTQ+, reportan 43 asesinatos y 11 desapariciones forzadas en los 10 estados participantes, indica la Fundación Arcoiris en el Informe de crímenes de odio contra personas LGBT en México, un panorama de lo acontecido en 2020. Lo alarmante es que las cifras han ido aumentando cada año: 13 en 2014, 23 en 2015, 12 en 2016, 25 en 2017, 36 en 2018 y 75 en 2019, siendo las mujeres trans las principales víctimas de los crímenes de odio, advierte este Observatorio en su informe anual.

Esta violación a los derechos humanos no siempre obtiene justicia, de hecho ni siquiera se llegan a poner denuncias: 89.5% de jóvenes que sufrieron algún tipo de discriminación y/o violencia y que sabían a qué institución acudir dijeron no haber solicitado apoyo a ninguna instancia gubernamental, según la Encuesta Nacional sobre Discriminación y Juventudes LGBTI. Esta falta de denuncia se refleja en el número de quejas recibidas en los consejos para prevenir la discriminación.

El Copred recibió solo cuatro denuncias por motivos de orientación sexual en 2017, seis en 2018, nueve en 2019, cuatro en 2020 y seis hasta octubre de 2021, con 27 personas peticionarias y/o agraviadas, según datos solicitados por medio de la Plataforma Nacional de Transparencia.

Rosa Pérez, asesora de la Secretaría Técnica del Copred, explica que del procedimiento de queja se deriva la conciliación con la contraparte, por medio de la reparación del daño, poniendo en el centro a la víctima. Sin embargo, la contraparte podría negarse a llegar a un acuerdo en buenos términos.

“Las facultades del Copred son un poco limitadas porque la ley solamente estipula que el procedimiento es la queja, la conciliación y hasta ahí. Tenemos el carácter de ser un organismo no jurisdiccional y esto es lo que también nos impide un poco, es decir, no tenemos los ‘dientitos’ para poder generar otro tipo de acciones después de esto”.

espacio común del Refugio Casa Frida
En el espacio común del Refugio Casa Frida se llevan a cabo todas las actividades grupales.

En un país de más de 126 millones de habitantes, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) las quejas han ido disminuyendo: 99 en 2018, 38 en 2019, 35 en 2020 y 25 hasta septiembre de 2021, según se establece en el reporte Quejas relacionadas con personas de la diversidad sexual 2019-2021, que compartió el área de comunicación.

En cuanto a las medidas administrativas y de reparación formuladas solo dos concluyeron en el procedimiento conciliatorio, dos mediante resolución y un convenio suscrito, según datos solicitados por medio de la Plataforma Nacional de Transparencia. Se solicitó una entrevista al Conapred para saber la razón de cifras tan bajas, pero no la concedieron.

Ante esta realidad, Casa Frida, que parecía un proyecto temporal en respuesta a las consecuencias de la pandemia, se convirtió en uno a largo plazo. Incluso, se está viendo la posibilidad de que haya uno en Monterrey.

“Es muy cierto que a 19 meses de trabajo hemos vivido importantes procesos de fortalecimiento institucional, lo cual nos permiten ahora mismo tener 80% de egresos exitosos, en cuanto al logro de la reintegración social, económica y cultural de las personas refugiadas”, destaca Caporal, quien combina este trabajo con sus estudios de licenciatura de política pública y proyectos sociales y la maestría de género.

Casa Frida se constituyó legalmente como una organización civil, tiene procesos claros de acompañamiento integral y ha recibido apoyo de gobiernos mediante sus representaciones diplomáticas en México, como el de Países Bajos, Francia, Reino Unido, Estados Unidos y organizaciones internacionales y de cooperación. Además del apoyo de empresas abiertas a integrar laboralmente a personas LGBTQ+.

La fortaleza para crear un hogar
seguro

Leo se toma un descanso entre flamingos, plantas, un delfín y sillones acojinados que alguna vez fueron mobiliario de una producción de cine. Este escenario tan especial es como luce la decoración tan peculiar de la azotea en Casa Frida. Cuenta que en 2020 él hizo una donación a este refugio que ahora, irónicamente, es su hogar. Se vio obligado a tocar esta puerta después de que su papá lo corrió a golpes de su casa, sin poderse llevar nada porque su mamá se enteró, al esculcar sus pertenencias, de un resultado positivo en VIH. Llegó en depresión.

azotea del Refugio Casa Frida tiene una decoración tropical
La azotea del Refugio Casa Frida tiene una decoración tropical con elementos de utilería de sets de cine y publicidad que fueron donados.

“Me veía comprando mi paquete en la funeraria, pensando que se acabó mi vida, tan tán. Llegué a Casa Frida, me explican que si bien (tener VIH) es algo serio y es una condición que hay que cuidar, no es el fin del mundo”, cuenta Leo.

Hay un antes y un después de llegar a Casa Frida. Lizbeth Suárez, coordinadora del área de Trabajo Social, quien hace la primera entrevista a las personas solicitantes, dice que llegan muy violentadas, con mucho miedo, con temor de hablar y vivir su orientación, identidad o expresión de género.

“Al llegar a un espacio donde te das cuenta de que no estás solo pasando por algo que en la casa o la sociedad te están orillando a creer: que estás mal, loco, enfermo, en contra de cualquier ideología religiosa, se dan cuenta de que no son las únicas personas, que otras pasan por lo mismo y que no están mal, que nos enseñan que como sociedad todavía nos falta mucho por avanzar.”

– Lizbeth Suárez, coordinadora del área de Trabajo Social de Casa Frida.

Después de una estancia que puede durar hasta tres meses, Suárez agrega que las personas del refugio se van de la casa sintiéndose parte de una comunidad, con la libertad de reconocerse y expresarse, sin temor a ser juzgadas o violentadas y con la fuerza necesaria para buscar un espacio propio para vivir libres.

En Casa Frida trabajan sobre tres ejes: “Hogar y seguridad”, para brindar alojamiento, seguridad, alimentación y cuidado de la salud; “Psicosocial”, para favorecer su inclusión social, fortaleciendo sus procesos de autoafirmación, empoderamiento y participación comunitaria, mediante apoyo profesional interdisciplinario, y “Proyecto de vida”, para diseñar un programa personalizado para que logre un egreso exitoso, recuperando su autonomía laboral y económica y, si es posible, una reintegración familiar.

escaleras del Refugio Casa Frida
Un cartel muestra la consigna “¡Mismos impuestos, mismos derechos!” en las escaleras del Refugio Casa Frida.

“Cuando entrevisto, les digo que ni este proyecto ni ningún otro vende cambios de vida. Lo que hacemos es acercar las herramientas para que puedan tomarlas y construirse hacia donde quieran moverse”, señala Oswaldo Márquez, coordinador de Proyecto de vida.

Les apoyan con trámites y a recuperar sus documentos, sin embargo, enfatizan que no es un modelo asistencialista, la persona debe cumplir con un reglamento y tienen responsabilidades del hogar asignadas porque forman parte de la comunidad.

“A lo mejor para algunas es un tanto estricto o complicado porque tienes un horario para despertar, para dormir, pides permiso para salir y para todo, pero le ves el lado positivo y al final te cuentan que es un hábito que te están creando para el día que egreses. Nos están preparando para volver al ruedo”, dice Leo con el humor que lo caracteriza.

perrito que fue rescatado de la calle por personal del Refugio Casa Frida
Bolillo, un perrito que fue rescatado de la calle por personal del Refugio Casa Frida y luego adoptado por uno de sus empleados, reposa en un sillón de la azotea.

Para Francisco Mendiola, coordinador de Hogar y Seguridad, lo ideal es que puedan retomar el vínculo familiar, sus estudios, encontrar un trabajo. “Que puedan tener un lugar seguro donde lleguen a dormir y sentirse tranquiles sin que nadie les vaya a violentar o criticar por cómo se visten, cómo se maquillan, cómo actúan”.

Caporal, quien junto con su equipo comparte experiencias sobre modelo de atención con otros refugios en Venezuela y Madrid, visualiza el futuro de estos lugares como un gran museo de memorias: “En realidad estos lugares no deberían de existir y más bien el mundo debería de ser nuestro refugio, no deberíamos tener la necesidad de estar en constante tránsito, en búsqueda de territorios seguros porque en realidad deberíamos ser libres”.

Las personas que egresan son las mismas y a la vez no. Casa Frida les ha dado refugio sí, pero también les dotó de una comunidad que les arropa y les dio fortaleza para un presente donde pueden ser quienes siempre han deseado ser.

*Se han omitido los apellidos de las personas refugiadas en Casa Frida para proteger su identidad

Escucha el episodio de CUIR: Historias Disidentes sobre
Juan y Erick, dos exusuaries de Casa Frida.

David
Migrar y dejar atrás la homofobia, un camino para ser feliz
Gigi
"¿Me pueden decir ella?"
Leo
"Un lugar seguro es donde pueda ser yo mismo"
Ivonne
Las vidas rotas, como los lentes, también se pueden reparar
Juan
En busca de un hogar sin discriminación
Cooperativa Xochiquetzalli
Construir viviendas dignas para
personas LGBTQ+