Leo: “Un lugar seguro es donde pueda ser yo mismo”

Por Andrea Menchaca

Leo* tenía dos vidas: una dentro de la casa de su familia y otra afuera. Adentro, no podía hablar de cierta manera ni gesticular con las manos, no podía cruzar la pierna o vestir de rosa porque eso “no es de hombres”.

Afuera, había más libertad. “Yo era así como me ves, siempre de muchos amigos, nunca fui tan discriminado, en la escuela siempre fui muy bien aceptado, en el trabajo siempre me llevé muy bien con todos”, cuenta el joven de 26 años, originario de Ciudad de México.

Su vida familiar era aparentar, aunque considera que siempre supieron que era homosexual porque toda madre y todo padre sabe que su hijo lo es, pero no cualquiera lo quiere aceptar. Los de Leo no lo aceptaban porque para ellos la homosexualidad es anormal y va en contra de sus creencias religiosas.

Relatos entre las habitaciones del Refugio Casa Frida, un hogar colectivo.

“Mi vida era mentira sobre mentira sobre mentira. Si me iba con mi pareja de vacaciones debo haber dicho otra cosa, después tenía que estarme acordando y de repente me equivocaba, ese tipo de cuestiones que al final te ponen en aprietos por no poderte expresar y decir con libertad, como cualquier otro, que me iba con mi pareja”, cuenta Leo. Incluso, para poder vivir con su expareja llegó a decir que se había mudado a Pachuca por cuestiones laborales.

Leo sufrió fuertes pérdidas durante la pandemia. Después de terminar su relación, la empresa en la que trabajaba quebró y tuvo que mudarse nuevamente a casa con su familia. A inicios de septiembre, su madre hurgó entre sus cosas y encontró un papel con el resultado positivo a VIH, una noticia que él había recibido una semana antes y que lo tenía terriblemente afectado. La reacción de su padre fue golpearlo, en casa, donde estaba su madre y sus dos hermanas, de 20 y 9 años de edad, quienes se encerraron en una habitación. Anticipaba una reacción fuerte, pero nunca pensó que fuera a escalar tanto, ni que su mamá callara y lo permitiera.

“Siempre fui ‘niño chancla’, entonces (me pegaba) con chanclas, palos, lo que estuviera a la mano. Mi papá fue educado así, una persona de provincia bastante machista a decir verdad; mi mamá una persona sumisa, seguramente tendrá psicológicamente temas que le permiten tolerar muchas cosas. Entonces no era la primera vez, pero esta sí fue como que más seria”, relata Leo.

espacio común del Refugio Casa Frida
Macetas con flores de cempasúchil decoran el espacio común del Refugio Casa Frida durante la celebración de Día de Muertos.

Fue el martes 7 de septiembre el día que su papá lo golpeó, lo insultó con adjetivos hirientes y lo corrió de la casa, sin la posibilidad de llevarse sus pertenencias, salió con tan solo 20 pesos entre las manos. “Literal fue: ‘para mí ya estás muerto y no vuelvas’”, recuerda.

Cuenta que le pidió apoyo a algunas amistades, quienes por distintas razones no pudieron ayudarlo. Una le dió 50 pesos, dinero que le sirvió para pagar un café internet desde donde mandó un mensaje por Facebook a Casa Frida para solicitar refugio. Conocía el proyecto porque un año antes unos youtubers lo dieron a conocer, incluso hizo una pequeña donación. Le contestaron que lo recibirían para hacerle una entrevista, sin embargo, por la hora y la distancia decidió esperar hasta el día siguiente. Esa noche durmió en la terminal de autobuses, lugar que le pareció seguro porque podía parecer un pasajero más. “Por la mañana una señora me invitó a desayunar un tamal y ya me vine para acá”, relata.

Por fuera, Leo llevaba solo la ropa que vestía el día que lo corrieron, sus lentes redondos y delgados. Por dentro, mucho miedo y preocupación.

"Tenía siete días de un resultado positivo VIH, lo primero que te viene a la mente es: te vas a morir, a parte de eso súmale la gran cantidad de estigma, desinformación que hay al respecto, ya me veía comprando mi paquete en la funeraria".

En Casa Frida, en donde brindan acompañamiento en el área de salud, le explicaron que si bien es una condición seria, no es el fin del mundo si se cuida y lleva el tratamiento indicado.

No ha cumplido ni siquiera el mes de su ingreso y Leo se siente mejor, es un buen conversador y hace reír a las demás personas con el buen sentido del humor que lo caracteriza, aunque confiesa que a veces sí se siente triste. “De repente sí como que me da bajón, sobre todo en momentos de soledad, en las noches que te preguntas: ¿En qué momento llegué aquí? ¿En qué momento me descuidé tanto? ¿En qué momento no supe administrarme? No supe muchas cosas… haber caído aquí para mí fue un toque de fondo”.

Con ayuda de las áreas de Proyecto de Vida y Psicosocial de Casa Frida, Leo está trabajando en mejorar su situación actual y en sus planes futuros. Él desea retomar la licenciatura en la UNAM y volver a emplearse. Con el área de Salud está dando seguimiento a su tratamiento para VIH.

área de atención Psicosocial del Refugio Casa Frida
Así luce el área de atención Psicosocial.

En el día se le ve activo, realizando las tareas del hogar que le fueron asignadas o participando en alguno de los talleres. Como el de Mario, un artista que los está poniendo a hacer bordados, en el que Leo toma los trabajos inacabados de otres compañeres y los va llenando de color con sus hilos. Para él estas actividades, además de mantenerlo ocupado, le crean hábitos y disciplina para su futuro próximo. “Aquí te impulsan porque de algún modo te quieren volver a hacer funcional, te quieren hacer productivo y sobre todo te quieren hacer independiente”, expresa.

El plan de Leo es capitalizarse, juntar un ahorro que le sirva para egresar de Casa Frida, tener dinero para cualquier emergencia y para pagar su propio espacio. Lo que más quiere es vivir en un lugar seguro, en el que pueda cuidar su salud, donde pueda ser él sin que lo juzguen, en el que logre expresarse libremente, sin estigmas, discriminaciones o malos tratos.

“Un lugar seguro es donde pueda ser yo mismo”, continúa, “sin tener que ocultarme de nadie y sin tener que, de algún modo, estar pidiendo disculpas de quién soy, porque así era como me sentía, un tanto culpable de quien era y de sentirme prisionero por no poder expresarme y, cuando lo hice, cuando salió a la luz, pues no resultó de la mejor manera”.

*Se han omitido los apellidos de las personas refugiadas en Casa Frida para proteger su identidad.

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