Por Itxaro Arteta
@iartetam
Georgina ingresó a un Refugio después de escapar por segunda vez de una situación de violencia. Primero, de un marido que le prohibió trabajar, la golpeaba y cometió actos inapropiados con su hija. Y después, cuando dejó a su pareja y volvió a la casa de su familia, su hermano se convirtió en su nuevo agresor, tratando de controlar su vida, insultándola y maltratándola, al grado de burlarse de ella cuando anunció que lo iba a denunciar, porque le dijo que nadie le iba a hacer caso si no traía marcas de golpes.
A Gina ya le había fallado su propia familia. ¿A dónde ir cuando saliera del Refugio? En los tres meses de su estancia ahí recuperó la autoestima y comprendió que ahora tenía que enfocarse en ella misma. Pero no había tenido un empleo desde 2013 y sus pocas pertenencias las había perdido o vendido. La pregunta que se hacen muchas como ella cuando llega el momento de egresar es ¿y ahora qué hago?
Wendy Figueroa, directora de la Red Nacional de Refugios, dice que nunca se le va a olvidar la respuesta que daban algunas mujeres cuando después de haber pasado por los tres meses de resguardo y atención a víctimas de violencia familiar que dan estos espacios, regresaban con el hombre que las había agredido.
“Aún sin conocerse, coincidían: ‘es que una realidad es muy distinta lo que vivimos en el Refugio, a lo que vivimos cuando salimos; ustedes en el Refugio nos tienen súper bien, vemos todos nuestros derechos, vemos todas nuestras potencialidades, pero cuando salimos nos enfrentamos a la realidad, una realidad donde no hay un empleo digno, una realidad donde no me permiten salir por mis hijos e hijas, una realidad donde no puedo pagar una renta, y donde realmente tengo que regresar a esta dependencia’. Y esa fue una sacudida muy fuerte”, explica.
En México, el 26% de las mujeres no tiene ingresos propios, en comparación con el 6% de hombres que viven esto, lo cual las hace dependientes y las pone en una posición vulnerable, de acuerdo con el Observatorio de Igualdad de Género de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Por eso las organizaciones sociales que tienen refugios empezaron a plantearse desde hace años que hacían falta otros espacios intermedios entre la protección que daban y el momento en que las mujeres pudieran reiniciar su vida, insertarse nuevamente en la sociedad y, sobre todo conseguir su autonomía total: esos lugares son las Casas de Transición.
Aunque están consideradas en el modelo de atención integral de los Refugios desde 2011, junto con las Casas de Emergencia y los Centros de Atención Externa, la falta de presupuesto ha provocado que no se puedan materializar y las pocas que han abierto, después de un periodo se ven obligadas a cerrar.
El año pasado, la Unión Europea financió un proyecto de la Red Nacional de Refugios para abrir seis Casas de Transición, dos de ellas en un modelo mixto donde la mitad de la construcción se utiliza como Casa de Emergencia; creó otra nueva y está por empezar a funcionar una más que combina ambas funciones. Con esto, la Red operará un total de 17 de estos espacios, además de los 75 Refugios y Centros Externos afiliados en 21 estados.
La idea de estas Casas es empezar a poner en práctica todo lo trabajado en los tres meses de estancia en el Refugio. Quienes entran ya tienen su plan de vida trazado y un trabajo o proyecto autogestivo para subsistir. La parte más pragmática que les resuelve la asociación es que durante un periodo no tengan que preocuparse por la renta, y así puedan capitalizarse y organizar sus finanzas para volver a empezar.
“Una Casa de Transición, o casa de medio camino, como se le dice en otros países, es una casa donde ellas pueden vivir entre 4 hasta 6 meses, no van a tener que pagar una renta ni servicios. Pero sí van a adquirir el compromiso de hacerse responsable de sus hijas, de tener un empleo que les permita la independencia económica… Es como un ensayo de cuando ya tengan que estar viviendo totalmente solas”, resume Mayela Chávez, del Centro de Apoyo Opciones Dignas de Coahuila, que opera una desde hace tres años.
Allá, como en todo el norte del país, explica, puede ser que consigan fácilmente un trabajo en las maquiladoras, pero los sueldos son bajos, así que en esta nueva etapa tienen asesorías de finanzas personales para aprender bien a hacer un presupuesto y administrar un hogar, porque algunas mujeres se casaron con hombres que les dijeron que no trabajaran y nunca habían ganado su propio dinero.
Animal Político visitó una de estas nuevas casas mixtas de la RNR, que se ubica en Morelos, con capacidad para seis mujeres con sus hijas e hijos. Una guardia cuida la seguridad y registra las entradas y salidas, tanto de visitas, personal de la Red, como de las mujeres que estén ahí alojadas en ese momento.
Ser usuarias de estos lugares todavía les implica ciertas normas, aunque ya no tan específicas como las de un Refugio. El reglamento que firman, primero que nada, enuncia sus derechos, desde el uso de todas las áreas, hasta recibir un trato digno y la libertad de irse cuando lo deseen.
Otras cuestiones son mantener una convivencia respetuosa con quien comparten casa y no introducir bebidas o drogas, ni volver a tener contacto con su agresor mientras vivan ahí. Entre sus responsabilidades, está desde proveerse ya de los insumos que necesiten y cuidar de sus hijos y su propia salud, hasta el compromiso de seguir con las terapias al menos una vez al mes o las que ellas consideren que necesitan.
Uno de los requisitos para entrar es también abrir una cuenta bancaria para sus ahorros, porque ahí solo pueden tener dinero para necesidades básicas y porque capitalizarse es uno de los objetivos.
Las habitaciones son muy similares a las de los Refugios, con dos literas para que puedan dormir cómodamente la mujer y sus hijos e hijas en caso de que los lleve. Solo están separadas en el primer piso las que son para Transición y en la planta baja las de Emergencia, y no deben de convivir entre las usuarias de una y otra porque se encuentran en momentos distintos de su proceso de superar la violencia.
Por ello, la cocina tiene un horario específico para que no se vayan a cruzar. Ahí los estantes están divididos en dos: la parte que es para las de resguardo temporal se encuentra proveída por la organización, mientras que las que están en el camino de recuperar la autonomía llevan sus propios productos.
Hay un área para actividades infantiles con cuentos y juguetes, pero en el caso de quienes están en Transición, los niños no pueden quedarse ahí mientras su mamá sale a trabajar, porque parte de la idea es que ya consigan organizar dónde o con quién van a dejarlos.
Hay también una computadora, pero su uso solo es libre para las de Transición. También pueden ya tener teléfono celular, con la consigna de no revelar la ubicación para proteger a las otras. Ellas sí pueden entrar y salir sin estar acompañadas, solamente dando aviso y hasta las 8 de la noche, el único horario que tienen ahora, mientras que el resto del día ya queda a cargo de lo que ellas mismas organicen o necesiten.
“En la casa de transición prácticamente estamos ahí como un espejo si ellas nos quieren mirar, pero ellas salen, hacen, construyen, y si tienen algún obstáculo se acercan con nosotras”, resume Figueroa.
El seguimiento psicológico y de cómo va su plan de vida se hace en el Centro de Atención Externa, la oficina de ubicación pública donde inicia el camino de las mujeres para salir de una vida de violencia, y es también donde pueden seguir yendo a terapias o asesorías incluso después de dejar también la Casa de Transición, por lo que el contacto con las asociaciones puede seguir por un año o más.
En todo el país hay nueve Casas de Transición. Con la apertura de las nuevas casas, la RNR notó que aumentó 15% la cantidad de mujeres que cuando llegaron buscando ayuda, decidieron ingresar a un Refugio, sabiendo que al salir tendrían esta opción extra para vivir.
Además, el porcentaje de quienes vuelven con la pareja que las violentaba después de egresar, que era de 30% históricamente en los Refugios, ha bajado a la mitad.
“Lo que hemos registrado del 2020 a la fecha es que sólo el 15% de las mujeres que salen del refugio regresaron con el agresor. ¿Por qué?, porque dentro de su proyecto tenemos ya la posibilidad, que a mi me parece maravillosa, de decirles: dentro de tu proyecto de vida, si no tienes redes de apoyo, tienes nueve Casas de Transición a las cuales puedes ir”, dice satisfecha Figueroa.
O si no hay Casa en ese estado, también han ayudado a quienes lo necesitan a pagar una renta por dos o tres meses y equipar con lo básico ese nuevo hogar.
“Esto hace que las mujeres identifiquen que no tienen que depender de, o regresar”, asegura.
La idea de las Casas de Transición existe en varios países del mundo, aunque con otros nombres, como “casas de medio camino” en algunos sudamericanos como Argentina. Esa definición surgió de organizaciones que dan un techo a personas en situación de calle mientras logran reintegrarse a la sociedad. Surgieron como opción también para mujeres en los mismos lugares donde nacieron los refugios: Reino Unido, Irlanda, Estados Unidos, Canadá y Australia, en los años 70.
En España se llaman “pisos tutelados”, pero en lugar de casas comunitarias, son departamentos individuales por familia, también con reglas y supervisión de especialistas.
En la Ciudad de México hubo un intento para proveer de viviendas a mujeres sobrevivientes de violencia egresadas de un Refugio, lanzado en 2008 por el entonces jefe de gobierno, Marcelo Ebrard.
Sin embargo, Figueroa asegura que este programa de inserción social fracasó porque no hubo el acompañamiento y seguimiento que sí se hace desde la sociedad civil, así que hubo casos donde los agresores ubicaron y fueron a buscar a las mujeres e incluso terminaron viviendo ahí con ellas nuevamente.
Este avance en la consolidación del modelo que se ha logrado con financiamiento de la Unión Europea fue por tan solo 7.3 millones de pesos, que es más o menos lo que suele costar un Refugio y un Centro de Atención Externa, y representa menos del 2% de los 405 millones que el gobierno federal reparte anualmente para subsidiarlos. Además alcanzó para crear un “Apoyo Violeta”, un financiamiento para 100 mujeres que presentaron un proyecto de autogestión económica.
La reforma a la Ley General de Acceso de Las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia que aprobó en marzo la Cámara de Diputados, propone abrir un Refugio en cada municipio del país, dice que si esto no es posible, entonces sea una Casa de Emergencia o de Transición. A Figueroa le parece que esto se aprobó sin tener claro qué es cada una y cómo funciona el modelo integral, y lamenta que como siempre, lo que queda en el aire es si se va a garantizar que haya presupuesto.
Mayela Chávez, de la Casa de Transición de Coahuila, calcula que el costo de tener este último eslabón del modelo es de una décima parte que lo que cuesta un Refugio. No solo porque ya nada más hay que pagar renta y no los insumos de las usuarias, sino porque también el personal es mucho menos: de 25 personas trabajando en los otros espacios, aquí ya solo son dos, ya que el acompañamiento que se mantiene lo toman en el Centro de Atención Externa.
Figueroa agrega que si el Estado quisiera, podría darles en comodato inmuebles recuperados del crimen organizado, algo que ya se ha hecho en el pasado, y el financiamiento del resto de necesidades sería mínimo.
En Morelos, además de la que abrió la Red, hay también una nueva Casa de Transición de gobierno, que gestionó el Instituto de la Mujer. La secretaria técnica, Claudia Rivera, detalló en entrevista que se creó como prueba piloto y consiguieron en 2020 que el Congreso local destinara un millón de pesos de presupuesto. Abrió en los últimos cuatro meses del año y ha recibido a seis familias, que lograron sus condiciones ideales de autonomía. Sin embargo, a pesar del éxito, ya no se renovó la asignación del dinero y el Instituto la ha tenido que mantener con sus propios recursos.
“Nuestra Casa para que opere un año, tanto los servicios como la renta como todo, requiere casi 3 millones de pesos. Que pareciera no redituable para cinco familias durante tres meses, y luego otras cinco durante otros tres o el periodo que estén ahí, pero yo anotaría que la prevención te sale más barata que la atención. Si nosotras tuviéramos condiciones laborales, condiciones de vida para las mujeres que no pongan en riesgo su vida, las Casas de Transición no existirían”, enfatiza.
Por ahora, las mujeres tienen más opciones que nunca para salir del círculo de violencia doméstica. La Red espera que el financiamiento internacional pueda renovarse al terminar el año, o que poco a poco las organizaciones sociales de los estados donde hay nuevas Casas puedan hacerse cargo enteramente de ellas, y que no tengan que cerrar como ha ocurrido con otras.
Victoria, usuaria actual de la que opera la asociación Creativería Social en Morelos, agradece esta opción, sin la que no hubiera sabido qué hacer.
“Cuando yo estaba ahí (en el Refugio) pues les dije: ‘yo no tengo dónde ir, no sé con quién voy a ir, no tengo dinero, ¿cómo le hago?’. Bueno, pues ya me pasaron a la Casa de Transición. Pues ahí, dicen, puedes buscar trabajo, vas ahorrando”, cuenta.
Está trabajando en una pozolería. Presume que su labor no es vender la comida, sino que aprendió a preparar bien el pozole y es ella quien se encarga de hacerlo por las mañanas. Por eso, tiene como objetivo poner su propio negocio de antojitos, incluso con la otra mujer con la que actualmente comparte la Casa. Porque ahora está segura de que ellas solas pueden salir adelante.
“Le digo: no te preocupes, todo va a salir adelante. Vamos a echar ganas, a trabajar, y eso sí, a ahorrar un poco y a lograr lo que uno quiere. Si quieres ponemos un negocio, así vender algo, y sí se va a vender. Tenemos que ser exitosas. Todo lo que queremos hacer, sí se va a vender y sí se va a hacer. No vamos a echar pa’trás. Hay que decir que sí se puede”.
Si necesitas ayuda puedes contactar:
RED NACIONAL DE REFUGIOS
CIUDAD DE MÉXICO: 55 56 74 96 95 y 55 52 43 64 32
INTERIOR DE LA REPÚBLICA: 800 822 44 60
ALTERNATIVAS PACÍFICAS A.C (NUEVO LEÓN)
TELÉFONO: 81 8372 9066
Si quieres ayudar a los refugios puedes hacerlo a través de una donación.
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Clabe interbancaria: 0121 8000 1847 0085 67
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