“Nos atienden solo si los obligas”

Margarita Vega
...

Foto: Omar Iturbe


Cuando la respuesta a las demandas de atención médica no llega de la autoridad o cuando no hay médicos que revisen a los niños ni medicamentos que los curen, se tienen que buscar alternativas en otra parte.




Las respuestas son variadas: desde recurrir al curandero o a la partera local o acudir a la farmacia del pueblo y pedirle al que despacha que sirva de doctor, hasta organizarse para garantizar el acceso a los servicios y a la prevención asumiendo que al que le toca hacerlo, al Estado, ha declinado en su función.

Eso es justamente a lo que se dedica la organización Asesoría, Capacitación y Asistencia en Salud, con sede en San Cristóbal de las Casas. Con financiamiento de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), sus integrantes visitan periódicamente escuelas de Los Altos de Chiapas para dar talleres y pláticas de equidad de género, así como de prevención del embarazo adolescente y de infecciones de transmisión sexual.

A diferencia de las clases que reciben estos jóvenes todos los días, la plática se da completamente en tzotzil “para que no les quede alguna duda”, cuenta la promotora de salud Gloria Pérez, mientras organiza el material para el taller que dará en el salón de segundo de secundaria.

“Aquí los chicos se embarazan a temprana edad porque no tienen la información, no piensan en las consecuencias, no conocen los métodos (anticonceptivos), así que lo hacen y se embarazan. También venimos porque si ven a un chavo y a una chava platicando los papás los obligan a casarse. Si hay un embarazo se tienen que casar a fuerza aunque no quieran. Algunos dicen que se van a enfermar si utilizan un método, o que les va a crecer un tumor en su estómago. Creen que si los usan, sus hijos los van a tener pegados. Sí les afecta no saber usar los métodos, por eso les hablamos en tzotzil”, relata Gloria.

------

Rosa tiene 25 años y ya tiene cuatro hijos. El primero tiene nueve años y el más chico cuatro. Asegura que hasta antes de tener a su cuarto hijo nadie le dijo cómo podía prevenir un embarazo. La doctora de su centro de salud, en Yibeljoj, Chiapas, le dijo que le iba a poner un implante anticonceptivo “para que no tuviera más familia”. Hace unas semanas venció el plazo de 3 años que duraría el implante, pero el problema es que la doctora se fue hace tiempo de la clínica y no hay nadie que sepa quitarlo.




Debido a las barreras geográficas, , o -como argumenta el gobierno- "por las culturales", las mujeres indígenas tienen menos acceso a anticonceptivos: sólo 58 por ciento de ellas los usan, contra el 73 por ciento de las no indígenas. Esto se traduce en las tasas de fecundidad, es decir, en el número de hijos por mujer. La Encuesta Intercensal 2015 del INEGI indica que la fecundidad de las mujeres indígenas es de 3.1 hijos por mujer, equivalente al que tenía el país en los noventa. Entre los no indígenas la fecundidad es de 2.3 hijos por mujer.

Para estos jóvenes es difícil acceder a los servicios de planificación familiar de las clínicas locales, explica Mario Gómez, colaborador de la organización. Los horarios en los que éstas trabajan son justamente en los que ellos están en la escuela, además de que la mayor parte de sus empleados solo les hablan en español, pero también porque un adolescente de estas comunidades es señalado cuando se acerca a pedir un anticonceptivo y reconoce así que tiene una vida sexual activa.

El activista considera que este tipo de talleres son importantes porque nadie más aborda estos temas con los adolescentes y se les da una opción para evitar embarazos que pueden cambiar su vida, además de que elevan el riesgo de mortalidad materna que es más frecuente en madres muy jóvenes.

“Yo como persona, no quiero también que mis jóvenes o jóvenes como yo, no quiero que sufran las mismas condiciones que yo traté de luchar y salir adelante, por eso doy estas pláticas que son de equidad y género porque también me han platicado que a veces ya no las dejan estudiar, porque según sus papás tienen miedo de que lleguen con un hijo o se regresen embarazadas, dicen que van a echar a perder su vida”, lamenta Gloria. Otro objetivo de las pláticas, agrega María Elena Pérez, colaboradora de la organización, es enseñar a los chicos que ellos también pueden influir en el acceso a los servicios médicos en sus propias comunidades porque en muchas ocasiones si ellos mismos no lo hacen, ninguna autoridad se acordará de llevárselos.

La comunidad de Yabteclum, en el municipio chiapaneco de Chenalhó, es un ejemplo de este tipo de gestión.

Cansados de que la clínica local no funcionara adecuadamente -no tenía médicos, medicinas, ni estudios de laboratorio-, los pobladores se organizaron para presionar a las autoridades municipales para que la equiparan adecuadamente y obligaron a los médicos a cumplir con su trabajo. Hoy cuentan hasta con un dentista.

“Aquí vienen de diferentes comunidades, la clínica pertenece a siete comunidades, pero vienen de otras, de Pantelhó, de Mitontic, de Tenejapa, de Simojovel, de Chamula, sí tienen centros de salud, el problema es que no se presentan los médicos a trabajar. Si llegan, llegan tarde y se presentan solo un ratito. Aquí estamos viendo que cumplan con su horario de trabajo, si no estamos aquí, no cumplen. No había suficientes medicinas, ya mandan suficientes, también tenemos laboratorio”, asegura Armando Pérez, promotor en el centro de salud local.

Es la propia comunidad, agrega, la que se ha organizado para tener traductores que permitan a los médicos conocer los síntomas que refieren los pacientes y que a su vez ellos entiendan el diagnóstico y el tratamiento para su enfermedad, pues los servicios de salud del estado de Chiapas nunca les ha enviado uno.




Al margen de este tipo de esfuerzos, en las comunidades indígenas sobreviven prácticas con las que ancestralmente han cubierto sus problemas de salud.

Celia Alcázar es partera. A sus 75 años de edad ha ayudado a cientos de mujeres a parir y a evitar que mueran en el intento. Asegura que su función no es suplir el trabajo del médico, pues siempre que se puede canaliza a sus “pacientas” a un centro de salud. Lo que sí hace, asegura, es garantizar que estas mujeres tengan el control prenatal que no encuentran en las clínicas cercanas, pues ella le da seguimiento a sus embarazos: vigila cómo viene el bebé, cómo se encuentra la mamá y ayuda a resolver los problemas que enfrenten en el camino se resuelvan.

Relata que las mujeres indígenas prefieren tener a sus hijos en casa, rodeadas de los suyos y de sus cosas y ser atendidas por una mujer, pues con los hombres -como en lo general son los médicos que llegan a estas comunidades- no se sienten en confianza, además de que a sus maridos no les gusta que ellos las revisen.

“Yo me dedico a ver a mujeres embarazadas, a las muchachas recién casadas y que no pueden tener bien a sus criaturas y llegan a abortar. Yo tengo que ver qué hacer y darles una hierbita para que no pase”, detalla.




Cuando de plano no se puede contar con la atención pública, las comunidades recurren a la medicina privada, que generalmente recae en las farmacias locales, pues son ellas las que reciben a todos los pobladores que no surtieron su receta en los centros de salud y que, como no les alcanza para comprar todo lo que les prescribieron, se conforman con comprar una o dos pastillas en lugar de toda la caja, lo mismo si es una aspirina, un antibiótico o el tratamiento de una enfermedad crónica.

“Normalmente la gente viene aquí porque dicen que dan mala atención en el centro de salud, así que mejor ya vienen directo. A veces hasta les receto medicinas para la fiebre, la tos o la diarrea. Sólo vienen y les decimos qué se tomen”, cuenta Diana, la encargada de la farmacia de Chenalhó que asegura que conoce más a los habitantes de pueblo que el propio doctor de la clínica.

Aunque muchas veces los pobladores solo salen de la farmacia con uno de los tres medicamentos que les recetaron, es mucho más que lo que les pudo ofrecer el centro de salud al que pertenecen. Es la forma de resolver por su propia cuenta sus necesidades médicas.


Historias relacionadas