Barrios solidarios en Xochitepec: protegerse del crimen entre vecinos

Lourdes, lectora de Animal Político
Xochitepec, Morelos
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Foto: Cuartoscuro



He sido testigo de los “levantamientos” y muerte de jóvenes de mi colonia, algunos de ellos con los que crecí. Entre toques de queda, secuestros, levantones, homicidios, balaceras y muerte se desarrolla la vida cotidiana de mi barrio.

Una de las noches más violentas dejó cinco muertos, jóvenes todos ellos. Ahora es un sitio militarizado. Ya no sólo tienes que cuidarte de "la maña" sino también del Ejército y de la policía que extorsiona y amenaza.

Hemos aprendido a vivir con miedo, hemos reconfigurado la violencia y hemos creado estrategias para sobrevivir al terror que nos provoca vivir en un sitio sin seguridad ni justicia.

En la cuadra, las redes de solidaridad se fortalecieron. En algunos sitios incluso se elaboraron directorios con los números telefónicos de los vecinos por si ocurriera una situación de emergencia.

Recuerdo que después del homicidio de cuatro jóvenes en una misma noche a manos del crimen organizado, aparecieron en los espacios públicos más concurridos –como canchas deportivas- cartulinas que anunciaban toque de queda. El mensaje era más o menos el siguiente: "quien salga después de las 8:00 se lo va a cargar la chingada".

Ante esta amenaza cada noche se veía peregrinar por las calles vacías a las madres y a algunos padres, que iban a recoger a sus hijos al paradero de autobús. Decían: "voy por él, no me lo vayan a confundir".

También recuerdo que a oídos de los habitantes llegó la información de que habría que ser muy cuidadoso al momento de conducir su automóvil en la localidad pues cualquier conducta que fuera leída como una afrenta en contra de los de "la maña" podría costarnos la vida. Entonces los conductores de automóviles sabían que si delante de ellos iba un vehículo a muy baja velocidad no había que intentar rebasarlo y mucho menos tocar el claxon o presionar para que aumentara la velocidad. También se dejó de oír música a elevado volumen en los automóviles, sobre todo narcocorridos.

La socialización ha quedado relegada al espacio privado y, aunque la violencia aquí es intermitente, la vida aquí ya no es la misma. Los sitios públicos lucen cada vez más vacíos y la gente cada vez más desconfiada. Aunque esta desconfianza no aplica con los vecinos más cercanos.

Estas estrategias han funcionado en mi barrio, y aunque no contribuyen a la disminución de los atentados en contra de la gente de esta localidad y tampoco disminuyen los índices de delincuencia, nos ha ayudado a no sentirnos solos, a sentirnos más fuertes y respaldados y a sobre llevar el miedo que a veces permea todo.


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