Foto: Cuartoscuro
Esta es una herida que jamás sanará.
A mi familia la extorsionaron durante meses (de julio a octubre de 2015). Es un sentimiento horrible porque no puedes hacer tu vida como antes. Mí papá vivía con miedo por nosotros, porque llegaba gente armada a cobrarnos a la casa y al negocio.
Un día, mi papá tuvo el valor de ir a denunciar. Afortunadamente nos trataron bien las autoridades y dos días después se pudo detener a una persona. Sin embargo, sólo era una que enviaron los extorsionadores ese día. Los principales siguen libres, trabajan en un taxi rosa y rojo e intimidan a más gente.
Finalmente nuestro negocio quebró y mi familia se separó por el bien de todos. Mis padres huyeron muy lejos, la casa quedó abandonada. El patrimonio de toda una vida se terminó.
Las audiencias y las declaraciones de la persona detenida han sido el libro más espantoso que he leído en toda mi vida. Piensas en todo lo que perdiste, en cómo unas personas te cambian la vida en días. El dolor nunca sana, el trauma se queda, el miedo persistirá a estar solos. Los hábitos cambiaron, los números telefónicos también, nos contactamos solo lo necesario. Entre más lejos estamos mejor.
Queda el miedo.
Deseamos que sean detenidas las demás personas, porque no sabes en qué momento te van a secuestrar o matar. Me he preguntado si llorar solucionaría los sentimientos arraigados durante esos horribles días, pero la respuesta es que no, porque se me ha olvidado como llorar, porque tengo que aprender a vivir con el dolor.